Puede que no conozcáis la revista Cuadernos de Pedagogía, para los que no hayáis tenido la oportunidad de leerla, os enlazo información sobre el tema del mes EDUCAR CON LA NATURALEZA, coordinado por Heike Freire.
Hay una introducción al tema en abierto, el resto de temas son de pago, con títulos tan sugerentes como Materiales naturales para aprender sin prisa, Descubrir la capacidad educadora de un bosque o De huertos, gallinas y pollitos.
Realmente esta revista es una joya, lo demuestran otros de los temas del mes sobre Freinet, el Sistema Educativo Alemán o Las relaciones de los jóvenes con el saber.
Árboles, bosques, jardines y otros espacios naturales constituyen un ámbito inmejorable para el crecimiento humano, personal y social, de niños y jóvenes. La naturaleza es una gran maestra. En este Tema del Mes, se muestran las experiencias de varias escuelas que sacan el aula al exterior, convierten sus patios en huertos, llevan animales y materiales naturales a las clases, y trabajan con ellos, o colocan un simple banco a la sombra de un árbol. Son iniciativas a veces simples y humildes, otras más complejas, pero todas comparten un objetivo claro: fomentar en la persona una consciencia amplia de sí misma, de ser nodo de una red de vida que conecta todo con todo.
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La de hoy es una escuela pensada tradicionalmente para domesticar a la infancia salvaje de principios del siglo pasado, mientras que los hipercivilizados niños y niñas de hoy necesitan con urgencia poder moverse en libertad, jugar espontáneamente, mojarse, tocar, mancharse, subir a los árboles, escalar, esconderse, explorar un territorio, seguir rastros, hacer mapas, encontrar atajos, descubrir tesoros, construir refugios y fuertes, cazar, pescar, crear pequeños universos imaginarios, cuidar y cultivar plantas y animales, descubrir misterios y vivir aventuras. Actividades que los cachorros de homo sapiens han venido realizado espontáneamente a lo largo de cientos de miles de años. Además, no siempre se ha enseñado y aprendido en interiores. Desde la más remota antigüedad, árboles, bosques y otros espacios naturales han ofrecido inmejorables escenarios para el crecimiento humano, personal y social. Durante siglos, la naturaleza ha sido nuestra mejor maestra.
Conscientes de esta riqueza y de las acuciantes necesidades de la infancia de hoy, países europeos como Alemania, Escocia o Dinamarca están empezando a transformar sus sistemas educativos con el objetivo de impartir todo el currículo de Infantil, Primaria y Secundaria, en bosques y otros espacios verdes.
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Cuidar y valorar la tierra
El aprendizaje de la sostenibilidad, del respeto hacia todos los seres "sintientes" y, en definitiva, de una nueva relación con la tierra, no puede residir, exclusivamente, en el conocimiento intelectual. Es preciso apoyarse sobre la base afectiva de amor y empatía, hacia el resto de las criaturas, con la que venimos al mundo todos los seres humanos. Algo que, desde nuestra más tierna edad, nos impulsa a buscar, para jugar y relajarnos, la compañía de animales y plantas, a soñar con ellos o a preferir los espacios abiertos, naturales, con agua y árboles, más que los entornos construidos.
Esta tendencia innata de vincularnos positivamente con la vida y los procesos vitales tiene su origen en la necesidad de supervivencia de la especie, y puede (o no) ser fomentada por la educación y la cultura. Así, los estudios de las biografías de personas que han dedicado su vida a la defensa del medio ambiente demuestran que las vivencias infantiles tempranas, de contacto y armonía con la tierra, son determinantes para el desarrollo de una sensibilidad ecológica.
El cuidado y la estima son la expresión activa de una sensibilidad que nos lleva a conectar con la naturaleza, y a valorar todo lo que aporta a nuestras vidas en lugar de mantenerlo oculto, simplemente porque no se le suele asignar un valor económico. Empezar a visibilizar y a valorar toda la riqueza y prosperidad que representa la biodiversidad vegetal, animal y humana es nuestra mejor garantía para un presente y un porvenir más amables para todos.
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Cuidar y valorar la tierra
El aprendizaje de la sostenibilidad, del respeto hacia todos los seres "sintientes" y, en definitiva, de una nueva relación con la tierra, no puede residir, exclusivamente, en el conocimiento intelectual. Es preciso apoyarse sobre la base afectiva de amor y empatía, hacia el resto de las criaturas, con la que venimos al mundo todos los seres humanos. Algo que, desde nuestra más tierna edad, nos impulsa a buscar, para jugar y relajarnos, la compañía de animales y plantas, a soñar con ellos o a preferir los espacios abiertos, naturales, con agua y árboles, más que los entornos construidos.
Esta tendencia innata de vincularnos positivamente con la vida y los procesos vitales tiene su origen en la necesidad de supervivencia de la especie, y puede (o no) ser fomentada por la educación y la cultura. Así, los estudios de las biografías de personas que han dedicado su vida a la defensa del medio ambiente demuestran que las vivencias infantiles tempranas, de contacto y armonía con la tierra, son determinantes para el desarrollo de una sensibilidad ecológica.
El cuidado y la estima son la expresión activa de una sensibilidad que nos lleva a conectar con la naturaleza, y a valorar todo lo que aporta a nuestras vidas en lugar de mantenerlo oculto, simplemente porque no se le suele asignar un valor económico. Empezar a visibilizar y a valorar toda la riqueza y prosperidad que representa la biodiversidad vegetal, animal y humana es nuestra mejor garantía para un presente y un porvenir más amables para todos.
Bibliografía recomendada:
Corraliza, José A. y Collado, Silvia (2012): Naturaleza y bienestar infantil. A Coruña: Hércules de Ediciones y Fundación As Salgueiras.
Dawson, Jonathan; Jackson, Ross y Norberg-Hodge, Helena (2012): Economía de Gaia. Vivir bien dentro de los límites del planeta. Teruel: Ecohabitar.
Louv, Richard (2012): Volver a la naturaleza. Barcelona: RBA.
Warden, Claire (2010): Nature kindergartens. Edimburgo: Mindstretchers.
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